Liquidez, solvencia y rentabilidad son tres conceptos básicos que el encargado de tesorería de cualquier empresa debe saber manejar con solvencia para poder garantizar una correcta gestión. Conocer sus diferencias es el primer paso indispensable para conseguirlo.
Contenido
¿Qué es la liquidez?
La liquidez se entiende como la capacidad de los activos de una empresa para convertirse en dinero.
Existen diversos tipos de activos líquidos, según sus posibilidades de convertirse en efectivo de manera más o menos rápida:
· El dinero en caja y bancos.
· Los créditos a los clientes por la venta de productos o servicios, que se consideran como ‘liquidez realizable’.
· Las existencias de productos y materiales.
También hay que tener en cuenta los activos fijos de la empresa, aunque estos no aportan nunca dinero en efectivo inmediatamente.
El concepto de solvencia
Una empresa tiene solvencia cuando puede pagar sus deudas con la garantía de sus activos. Además, hay que tener en cuenta que existe la solvencia a corto y largo plazo.
La solvencia a corto plazo es la que garantiza poder asumir los compromisos de pago en un breve período de tiempo. En cambio, tener solvencia a largo plazo implica que la empresa tiene los activos fijos y recursos suficientes para generar el dinero necesario para asumir las deudas que aparezcan a más de un año.
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De todos modos, el análisis de este concepto debe incluir también las distintas situaciones de insolvencia por las que puede pasar una empresa:
· La solvencia técnica es la que se refiere a la capacidad de una empresa de generar suficientes beneficios a largo plazo para hacer frente a todos sus compromisos de pago sin más que llevando a cabo su actividad habitual.
· La insolvencia técnica se da cuando la tesorería generada por su trabajo no es suficiente para pagar deudas. Esto implica la necesidad de solicitar préstamos o liquidar activos fijos para poder recuperar la solvencia efectiva respecto a sus recursos financieros.
La insolvencia técnica, aunque puede solucionarse para conseguir los recursos suficientes, puede tener efectos negativos en la empresa a lo largo del tiempo. Hay que tener en cuenta que la venta de un efectivo puede incidir en su producción y que los préstamos pueden acabar incidiendo en su nivel de deudas, lo que aumenta el riesgo financiero y hace que muchas empresas no puedan satisfacer sus pagos. Esto puede ser la causa de una insolvencia efectiva que represente su cierre a medio o largo plazo, por incapacidad para encontrar recursos económicos con los que poder hacer frente a todos los pagos generados.
La rentabilidad
La idea de rentabilidad está ligada a la capacidad de generar beneficio y obtener ganancias tras una inversión.
Existen diversos tipos de rentabilidad:
· La económica se establece por el rendimiento que han dado unas inversiones comparado con el total de los recursos empleados.
· La financiera es la que se establece relacionando el beneficio obtenido con los recursos propios que la empresa ha conseguido.
· La social es la que buscan tanto las empresas privadas como las ONG.
Relación entre rentabilidad, liquidez y solvencia
Estos tres conceptos se interrelacionan en diversos aspectos de la economía de una empresa.
Hay que tener en cuenta que una gestión eficiente de la tesorería de una empresa empieza por asegurar el pago de todos los gastos generados. El siguiente paso es garantizar la existencia de un saldo suficiente para hacer frente a dispendios inesperados.
De todos modos, todos estos recursos económicos no tienen que ser necesariamente dinero en efectivo. Es habitual invertir en activos a corto plazo que proporcionen rentabilidad, como acciones o bonos.
Además, es importante dejar claro que disponer de una buena liquidez no garantiza solvencia. Poder pagar los gastos a corto plazo no implica necesariamente disponer de recursos para poder hacer frente a las deudas a más de un año vista. Y la misma situación puede darse a la inversa, ya que no tener dinero en efectivo no significa no disponer de activos fijos de valor.
De hecho, para tener una buena solvencia a corto plazo únicamente es necesario generar tesorería, es decir, dinero en efectivo. En cambio, para asegurar una solvencia a largo plazo se necesitan beneficios. En otras palabras, conseguirla pasa por garantizar una buena rentabilidad de los activos de una empresa.
En definitiva, se puede decir que la liquidez, solvencia y rentabilidad de una empresa son los tres conceptos fundamentales para conseguir su buen funcionamiento a largo plazo y la suficiente estabilidad económica para poder hacer frente a los pagos de una empresa y mantener los beneficios mínimos como para garantizar las inversiones necesarias. Lograr este reto pasa por contar con profesionales expertos tanto en la gestión de la tesorería como de los activos, de manera que garanticen una buena rentabilidad de la inversión de los activos fijos a medio y largo plazo.
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